21 marzo 2014

Semíramis González

Os adjunto a continuación el maravilloso texto que Semíramis González  escribió sobre el trabajo de Inma Fierro en el último catálogo de ART NALÓN 2013


Decía Yves Klein que cuando creaba sus piezas azules era el color el que le dominaba, más allá de lo que él mismo quisiera expresar, dejando que lo cromático se convirtiera en protagonista. La fuerza que el color tiene en la tradición de la Historia del Arte es algo que se ha discutido mucho, y aún así creo que es un debate todavía no concluido. Lo vemos a la perfección cuando nos encontramos con obras como las de Inma Fierro. Sus distintas series reflejan la importancia que tiene la vivencia personal en el proceso creativo; la artista es capaz de transformar esos sentimientos en manchas de color, que chorrean por el lienzo y grandes pinceladas que nos muestran la presencia física de la artista, su huella.


Precisamente por esto las piezas de Fierro poseen esa intensa carga de lo sensorial y lo emocional, de la experiencia de la vida a través de la pintura. Su evolución creativa insiste en esta idea: la incorporación de palabras en algunas series no hace sino confirmar nuestra teoría de que sus obras “hablan”. Y hablan a través de una metafísica llena de metáforas: la huella del dolor, el recuerdo, la nostalgia…todo a través de la fuerza del gesto.
Paul Klee, Mark Rothko, Robert Motherwell o Kandinsky son algunas de las referencias que Fierro tiene presentes a la hora de crear; se trata de una nómina de artistas reconocidos históricamente por su trabajo en la abstracción. Sin embargo creo que Inma aporta algo nuevo a todo lo aprendido de ellos: su capacidad para vivir la pintura y pintar la vida. Cada serie de la artista nos habla directamente de su historia personal, de sus traumas, de sus dolores (que incluso ha “parío”) y nos devuelve una mirada cargada de fuerza a través de grandes manchas de color. Como proponía Freud con Leonardo da Vinci, la pintura se convierte en el medio para sublimar las pulsiones de la experiencia.

El trabajo de Inma Fierro es el resultado de meditar visualmente lo vivido y ser capaz de transitar el dolor a través de la pintura. Un ejercicio de fuerza pictórica lleno de significados sensoriales.

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